Nos produce estupor ver a los etarras o proetarras de “Amaiur” formar parte del Congreso de los Diputados y ser recibidos por el Rey porque esta situación es fruto de la limpieza étnica perpetrada por ETA durante los últimos 40 años en el País Vasco.

 

            De entre 200 y 300.000 son los vascos españoles exiliados y no hay manera de concretar aproximadamente este guarismo porque nuestro país, desde Cap de Creus hasta Cádiz y desde Finisterre al Cabo de Gata, no es un país serio a la hora de conocer cualesquier dato y la más reciente prueba de tanto engaño es el déficit de unos 16.500 millones de € anunciado por el gobierno saliente cuando el real parece que pasa de los 36.000 millones.

 

            El hecho es que el contingente de vascos españoles exiliados constituye una importante masa de votos que contrarrestaría la abstención de muchos vascos españoles no exiliados, los cuales, especialmente en los pueblos, no acuden a votar por miedo a ser fichados. Todo cambiaría si los exiliados tuvieran derecho de voto.

 

            El problema es que estos exiliados no están empadronados pero tampoco lo están los vascos que residen en Venezuela y Argentina y en cambio tienen derecho de voto. Autorizar el derecho de voto de los vascos españoles exiliados en “Maquetania” estaría dentro de la legalidad, pero para ello se necesita tener el valor de las convicciones  y esto es lo que falta en nuestros gobernantes y de lo que van sobrados los nacionalistas.

 

            En el reciente debate de investidura del nuevo presidente del gobierno, Josu Erkoreka, compañero de viaje de ETA, ya advirtió que “la paz no es irreversible”y el socioetarra Eguiguren

ha declarado que “no se puede afirmar con seguridad que ETA no cometa un atentado”, dos advertencias por si acaso el nuevo gobierno se desvía demasiado de la hoja de ruta pactada y el dar el voto a los vascos españoles exiliados podría ser una desviación que pusiera patas arriba el actual entramado.

 

“Amaiur” está en las instituciones gracias a la arbitrariedad del Tribunal Constitucional, que entrando “contra legem” donde no debía, es decir, en “los hechos probados” consignados por  el Tribunal Supremo en el sentido de que “Bildu” era ETA, los calificó de meras sospechas.

 

            Existen muchos paralelismos entre la actuación de la República de Weimar respecto de los nacionalsocialistas y la de nuestras instituciones en relación con el mundo etarra, que es mucho más que sus 50 o 100 pistoleros.

 

Con su proclama de que no buscaban entrar en mecanismos democráticos, el Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores en sus primeras elecciones, obtuvo resultados muy escasos. Pero en 1925, en su periódico “Der Angriff” (El Asalto), Goebbels anunció: “Nos presentamos a diputados para paralizar la democracia de Weimar con su propia ayuda. Si la democracia es tan estúpida que nos concede dietas y viajes pagados para nuestra labor carnicera, allá ella.”

 

            Aprovechándose de la democracia a beneficio de inventario, a partir de aquel momento los nacionalsocialistas, como el conglomerado etarra, utilizaron las vías democráticas compaginádolas con sus designios totalitarios, para unos la gran Euskalherria y para aquellos la gran Alemania,

“la nación blanca más limpia, más decente, más honrada, más eficiente, encerrada en estrechas fronteras” como así la describiera Hans Grimm en su novela “Pueblo sin espacio”, publicada en 1926.

 

Retomando el hilo, como no hay noticia de que la sentencia del Tribunal Constitucional sobre “Bildu” fuera recurrida, a día de hoy ya es cosa juzgada y a veces, como en esta ocasión, la cosa juzgada no es más que un manto que cubre las deformidades más aberrantes, pero hay que acatarla.

 

            Así las cosas, “Amaiur”, empero nuestro rechazo a esta formación totalitaria, tenía derecho a formar grupo parlamentario propio. ¿Por qué?. Porque el artículo 23 del reglamento del Congreso permite constituir grupo parlamentario a los diputados de una o varias formaciones políticas que hubieran obtenido un mínimo de cinco escaños  “y al menos el 15 % de los votos correspondientes a LAS CIRCUNSCRIPCIONES en que hubieran presentado candidatura”.

 

Es cierto que “Amaiur” obtuvo el 14,86 % de los votos en la circunscripción de Navarra, faltándole 14 centésimas para llegar al 15 % estipulado reglamentariamente, pero no es menos cierto que rebasó dicho 15 % en  LAS CIRCUNSCRIPCIONES en que presentó candidatura, es decir en el conjunto de esas CIRCUNSCRIPCIONES a las que se refiere el citado articulo 23 y para nada en cada una de ellas, que es la interpretación arbitraria que ha hecho la mesa del Congreso, conculcando el brocardo romano que dice: “Ubi lex non distinguit nec nos distinguere debemus”